Gestionar empresas en la vida real

Empecemos reconociendo algo, últimamente la diferencia entre navegar en Linkedin y leer un libro de Paulo Coelho es cada vez más difusa. De Facebook ni hablamos, puesto que en ese caso el autor brasileño queda en la comparativa como el Jack Nicholson de Mejor Imposible.
Al final como casi todo en esta vida nos movemos de un extremo a otro, y después de supeditar toda nuestra estrategia a indicadores de rendimiento, proyecciones, escenarios, y aspectos técnicos relacionados con la gestión en las organizaciones hemos pasado al punto opuesto. Convirtiendo las declaraciones de intenciones y eslóganes en las Redes Sociales en el núcleo de la estrategia empresarial. Ni una cosa ni la otra.
In medio consistit virtus
Aristóteles.
El día a día en cualquier empresa es complejo siempre, con multitud de pequeñas tomas de decisiones que debemos adaptar en función de muchos factores y realidades que varían con el paso del tiempo.
Un compañero -Ingeniero, experto en implantación y gestión de proyectos con dilatada experiencia – me dijo hace unos meses: “Empecé a formarme y tomarme en serio la gestión de personas cuando usando las mismas técnicas, herramientas y metodología en proyectos similares en empresas de un mismo sector obtenía resultados totalmente distintos. Lo que funcionaba en un caso, era un desastre en el otro. Lo único que podía ser diferente eran las personas”
En este sentido algunos que venimos de enseñanzas técnicas llevamos muchos años “desaprendiendo” rutinas y dogmas que nos inculcaron a conciencia en nuestra formación. Cuando al entrar a gestionar cualquier área en “empresas en la vida real”- en las que cada decisión tiene impacto en las personas, en los clientes y en las cuentas de resultados- compruebas que todo tiene un peso y unas razones que van más allá de la frialdad del dato y el proceso.
A veces las dinámicas internas, los propósitos comunes y otros intangibles tienen mucha más importancia porque generan un impulso y una cultura que permanece más allá del tiempo y las circunstancias. Y porque nos arman para que en un futuro, cuando vengan algunos problemas y malos días- que vendrán ya que, esa es otra verdad inmutable de la vida-los afrontemos con muchas más garantías y de un forma más óptima.
Hay un artículo de @jgomezsantander publicado en el diario El Mundo en 2016 que me ha vuelto de forma recurrente y que quizás venga al caso también. Si tienen un par de minutos lo mejor que pueden hacer es abandonar este post y leerlo siguiendo este enlace.
No es un artículo técnico, ni de gestión , ni de tecnología pero trata sobre un tema muchísimo más importante cuya lección final puede aplicarse absolutamente a todo lo que hagamos.
En un mundo en el que cada vez tendremos que diferenciarnos más de todo aquello que pueda hacer y resolver un algoritmo ó robot, y en el que por contra-para mi fuera de toda lógica- eliminamos asignaturas troncales como Filosofía e Historia de los itinerarios curriculares, es importante no perder nunca esta perspectiva de las cosas. Porque es algo que nunca podrá hacer alguien o algo que decida con ceros y unos.
Esto no significa que no debamos aprender y formarnos en todo aquello que nos ayuda y nos permite gestionar tareas, empresas, personas o llevar a cabo nuestros proyectos. Todo lo contrario puesto que es más necesario que nunca.
Pero muchas veces cuando vienen mal dadas, a pesar de todo, lo más importante es construir la rampa.
P.D. Gracias a Javier Gómez Santander por esta lección.